Luis Cino
LA HABANA, mayo (www.cubanet.org) - En las afueras de la ciudad de Santa Clara, separados por el sucio y contaminado río Bélico, se yerguen a duras penas La Chirusa, al este, y El Condado, al oeste. Dos barrios marginales, pobres y mayoritariamente negros (¿será redundancia?).
Conozco, tengo el privilegio de ser su amigo, a un gigante negro que es el tipo más guapo de La Chirusa, El Condado y mucho más allá. Lo ha demostrado varias veces y lo volverá a hacer cada vez que sea preciso. Se llama Guillermo Fariñas, es psicólogo, periodista independiente, hombre y amigo (y no son sólo palabras).
No tengo claro en cual de los dos barrios nació Guillermo Fariñas. Se crió y creció en los dos. Su madre era de La Chirusa, de la familia de "Los Pitínes". Su padre de El Condado, ¡cuidado!, de la familia de "Los Jamaiquinos". Por tanto, Fariñas tenía que ser guapo. No tenía otra opción.
Aprendió temprano, en una orilla u otra del Bélico, a golpes y pedradas, que los hombres no lloran, se fajan. Que antes que no lo respeten a uno, es preferible la muerte. Cualquier causa es buena mientras creas en ella de verdad. Sólo que a Guillermo, cuando maduró, Los Pitines y Los Jamaiquinos, La Chirusa y El Condado ya le quedaban pequeños.
Por eso, muy joven se fue a Angola, él creyó que a luchar por sus hermanos africanos contra el apartheid. Eso le dijeron los profesores militares en los Camilitos. Luego de ser herido y derramar su sangre, comprendió que lo habían utilizado para gloria de otros en una aventura ajena. Y a los hombres como él, no se les engaña.
Ahí fue que empezó a entender mejor las cosas y halló un sentido a su existencia: la lucha por la libertad. Después de la Primavera Negra de 2003, cuando pocos se atrevían a seguir escribiendo, Fariñas dejó la psicología, se inició en el periodismo y creó la agencia de prensa independiente Cubanacán Press.
Prefiero no hablar de sus varias huelgas de hambre, la última de ellas de más de cinco meses en reclamo del acceso libre a Internet para todos los cubanos. No le costó la vida porque oyó los ruegos de todos los que lo queremos y temíamos perderlo.
Desde entonces, sin poses de héroe ni sectarismos, sigue haciendo crónicas y denunciando las violaciones de los derechos humanos. Tiende la mano a todo el que la quiere estrechar e invita, sin distinciones ni odios, a compartir su sueño de una patria nueva y mejor.
Hoy, Guillermo Fariñas es un hombre digno que camina seguro y firme con su bastón, entre escombros, apagones y colas para el agua, por La Chirusa y El Condado. Todos lo respetan.
A ambos lados del río Bélico, es difícil hallar porristas y chivatos. Hay que traerlos disfrazados desde otros municipios para que hostiguen a Fariñas. No vale la pena. El Coco Fariñas no entiende. Por sus ideales, el negro se muere en una cuarta de tierra. Los jefazos de la Seguridad lo saben bien
Fariñas, el de La Chirusa, sigue siendo de Los Pitines y Los Jamaiquinos (¿cómo negar la sangre?), pero adicionalmente, también entró en una familia mayor: la de los hombres dignos que aman la libertad y están prestos a morir por ella.
luicino2004@yahoo.com
lunes, 14 de mayo de 2007
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