Jorge Olivera Castillo, Sindical Press
1 de enero de 2010
La Habana – www.PayoLibre.com – Gratuidad y utopía marchan juntas por los caminos del socialismo. Es una especie de unión fraternal a prueba de rupturas.
Esa aparente facilidad para ser atendido por un médico sin tener que abonar directamente importe alguno, suele ser la vía para un fácil acceso a cualquiera de los puertos de la angustia.
Ir a un hospital a sufrir lo indecible, se ha convertido en una norma para el cubano promedio. Casi ninguna de las instituciones médicas funciona acorde con los parámetros requeridos para ejercer una labor de calidad.
Maltratos verbales por parte de profesionales o subalternos, falta de higiene, personal no idóneo para cumplir con sus responsabilidades, robo de las pertenencias a los enfermos internados, edificaciones en pésimo estado constructivo, ausencia de instrumental e insumos para llevar a cabo los diagnósticos correspondientes.
Todo es parte de un declive donde confluyen factores tanto de carácter objetivo como subjetivo. El sistema ha dado muestra de su incapacidad para brindar una cobertura de salud a nivel nacional que contenga los debidos niveles de eficacia.
Con el paso del tiempo se observa el enquistamiento de la deshumanización, la ausencia de un sentido de pertenencia por parte del personal médico, el pago subrepticio para ser atendido con esmero.
Dado el avance y consolidación de las prácticas perniciosas en el sector, es difícil hallar correctivos para subsanar las irregularidades. Al valorar la realidad es preciso tener en cuenta que muchas de las causas se mantienen vigentes. Por ejemplo, un carnicero semi-analfabeto suele ser más afortunado que un cirujano, en términos de nivel de vida. Una ama de casa que vende dulces de puerta en puerta, es muy posible que supere las ganancias de una licenciada en enfermería. Valga acotar que estas actividades laborales son regularmente ejercidas al margen de la ley.
Para ilustrar por donde andan las cosas, cito una queja enviada recientemente al diario oficial Granma. Todo ocurrió en una visita a la sala de observación del cuerpo de guardia del hospital Calixto García, en Ciudad de La Habana.
“La sala de observación a la que hacía mención, es una instalación que no lleva mucho tiempo de restaurada. No hay un solo servicio sanitario que pueda descargarse. El mal olor proveniente de este lugar invadía la sala. En varias ocasiones tuve que salir a la calle. ¡Qué decir de los enfermos que no pueden moverse por su delicado estado! Me ofrecí para descargar todos los baños con algún cubo, pero no apareció ningún tipo de recipiente. Ni hablar de agua para tomar. Las sillas, a pesar de ser bastante incómodas por su armadura de hierro, no alcanzaban a una por cama. Una parte del techo estaba desprendido”.
La anécdota de esta atribulada madre refleja un hecho que se repite, día a día, en decenas de centros hospitalarios del país. Según el relato, los hechos ocurrieron el pasado 30 de noviembre. Pocos días después tuve que dirigirme a este hospital aquejado de un fuerte dolor en la ingle.
Mientras esperaba por una inyección intravenosa para calmar las punzadas, llegaron a mis oídos los pormenores de una experiencia erótico-sexual, un aluvión de frases obscenas y un debate sobre la calidad de un frasco de pintura para uñas. Las jóvenes enfermeras hablaban en alta voz. Sólo una llevaba el uniforme. El resto vestía inapropiadamente.
En medio de mis dolores pensé que en vez de aliviarme, podría morir a manos de personas sin vocación ni deseos de desempeñar correctamente sus obligaciones. A golpe de masividad, igualitarismo y gratuidades, todo se ha podrido. ¡Y de qué manera!
oliverajorge75@yahoo.कॉम
domingo, 3 de enero de 2010
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