viernes, 5 de febrero de 2010

La Habana envía un chef de altura a la cocina de Miraflores

Miguel Saludes
MIAMI, Florida, febrero, www.cubanet.org -Las protestas estudiantiles en Venezuela, la represión desatada en ese país y la llegada de Ramiro Valdés a Caracas, no aparecen en las noticias emitidas por los medios de comunicación en Cuba. Ni merece la pena acotar su condición de oficialistas, puesto que desde hace décadas en la Isla no existen otros. Precisamente ese es el paso que está dando Hugo Chávez en la instauración del modelo cubano con fachada bolivariana.

Efectivos militares con porras, cascos y escudos, se enfrentan a rostros jóvenes que alzan el puño y gritan consignas. Golpes, cuerpos impactados por balas de caucho que dejan huellas cruentas en la piel. Sangre y coacción. No se trata de imágenes de Chile bajo la dictadura de Pinochet o la Argentina de Videla. Son los actos de violencia cometidos en la Venezuela que construye el socialismo del Siglo XXI. Esta modalidad democrática, autoritaria por el momento, le gana en algunos aspectos a sus émulos de la derecha.

Además de la represalia policial para restaurar el orden en las calles, realidad presenta aún en las grandes democracias, la versión populista de Hugo cuenta con un factor adicional. Se trata de la interacción de grupos pro gubernamentales sembrando el terror. Esta reminiscencia del fascismo usa armas de fuego, incendia locales de la oposición, amenaza a los incómodos y hasta pueden perpetrar crímenes contra los líderes del movimiento anti chavista. Trabajan con impunidad amparados en la velocidad de sus motos (tal vez Suzuki) y en incógnitas identidades. Ni siquiera visten las camisas rojas de los partidarios del presidente.

Coincidiendo con esta ola de manifestaciones contra el cierre de canales y cables de televisión, se conoce de la llegada a Caracas de Ramiro Valdés. La visita se produce en el marco del onceno aniversario de la asunción presidencial de Chávez, que ahora promete una cifra igual de años en Miraflores y hasta anuncia confiadamente 900 años de socialismo en Venezuela. Casi la vida de un imperio.

El gesto de los estudiantes significa una inyección de oxigeno en la asfixiada democracia venezolana. Pero no debe desestimarse el curso de la enfermedad ni descuidar las señales preocupantes que se producen en su entorno. La estancia del comandante cubano, pilar en la estructuración de uno de los servicios de inteligencia y opresión más eficientes del mundo, resalta en el monitor como un aviso de gravedad mortal.

La crisis desatada en el país sudamericano puede estallar de manera impredecible. La Habana es ducha en estos peligros que supo -y pudo- desarticular desde el primer momento. El caso de Venezuela presenta grandes diferencias respecto al modelo cubano. Por ello el proyecto ha sido implementado con lentitud y cautela, aunque al final el objetivo sea el mismo. Controlar las libertades, en especial las de información y expresión, minimizar al máximo todo que sirva para potenciar las bases de una oposición organizada con fuerza política y sobre todo, mantener el poder hasta lo infinito.

El cuestionamiento del día versa sobre la misión real que lleva Ramiro Valdés en su agenda. La de acuerdos energéticos resulta poco creíble para la mayoría de los analistas. ¿Dé qué se trata entonces? ¿La puesta en práctica de un plan aniquilador que acabe con el movimiento opositor? ¿La organización de una campaña represiva sin precedentes con el apoyo de la experiencia cubana? O se tratará de la toma de todos los controles del poder para eliminar de una vez los obstáculos que impiden su entronización totalitaria. Todo es posible. Nada te turbe, nada te espante, diría santa y sabiamente la religiosa de Ávila.

La especulación sobre hechos noticiosos a veces resulta una práctica inadecuada। Muchos medios la rechazan por razones de seriedad y los conflictos que esta entraña. Pero meditar o reflexionar sobre el curso de los acontecimientos, para prever un posible desenlace, a veces es un ejercicio saludable. Sobre todo si con ello se ayuda a que otros no tengan que sufrir males como el de las dictaduras. Intuir más allá de lo conocido, a riesgo de equivocarse, es preferible a lamentar un silencio juicioso que posibilitó el desarrollo del padecimiento. Este es difícil de extirpar y por lo general deja secuelas que sobreviven largamente al daño que las causó.

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