René Gómez Manzano
LA HABANA, Cuba, marzo (www.cubanet.org) - Insólitamente, el régimen ha publicitado la muerte en prisión de Orlando Zapata Tamayo. El 27 de febrero, publicaron un artículo virulento de Enrique Ubieta; después hubo un reportaje en la televisión cubana.
Se dice que lo contrario del amor no es el odio, sino la indiferencia. De manera análoga, lo opuesto a la propaganda elogiosa de los comunistas no suele ser la calumnia, sino el ninguneo de los opositores. Por eso, aunque la ocasión es luctuosa, tenemos que sentirnos satisfechos porque el régimen se ha visto obligado a hablar del caso. Esto demuestra la gran indignación mostrada por la opinión pública nacional e internacional.
Como de costumbre, la manipulación de los hechos ha estado presente: Se dice que Zapata fue “procesado” por varios delitos, lo cual no significa necesariamente que lo sancionaran por ellos. En cuanto a que “volvió a delinquir” en marzo de 2003, confieso ser copartícipe: yo ayunaba junto a Zapata en defensa de los presos políticos cubanos cuando él fue encarcelado nuevamente.
Por supuesto, no se dice ni una palabra de los atropellos que sufrió el cautivo. Se distorsionan los objetivos de su sacrificio al silenciar que su petición central era que se le diera el mismo trato que a los asaltantes del cuartel Moncada. ¡Era demasiado pedir!
Simultáneamente, el régimen ha exhibido imágenes de la madre de Orlando tomadas ocultamente, así como la grabación de una charla telefónica privada. Es así como los comunistas respetan el dolor de una madre y los derechos de sus súbditos.
Aunque parezca increíble, vuelve a repetirse la acusación de “mercenarios”, pero uno no logra comprender qué sentido tiene ese calificativo para Zapata, que entregó su vida, o para el licenciado Guillermo Fariñas, en huelga de hambre y sed desde hace una semana.
Ahora es el fraterno Coco quien más necesita de nuestra atención. El martes 2 de marzo lo visité en su humilde casa de Santa Clara. Coincidí con muchos compatriotas, entre ellos el ex preso político Francisco Chaviano. Los médicos dictaminaron su grave estado de salud, pero no hacía falta ser facultativo: su delgadez extrema y su baja temperatura indicaban su empeoramiento físico.
Sufrió un desmayo y fue conducido al hospital, se le pasó un suero, pero el médico de guardia y el director del hospital Arnaldo Milián se negaron a ingresarlo. “Para salir de su gravedad, el paciente sólo tiene que comer”, dijeron. Como es natural, ninguno de esos hijos putativos de Hipócrates habría tenido pantalones para decir algo semejante si no estuviera cumpliendo una orden de arriba.
Por eso tenemos que dar la señal de alarma. En el caso de Guillermo parece que el régimen piensa en un desenlace igual al de Zapata. Los que conocemos la abnegación de Coco sabemos que está dispuesto a llegar hasta el final. Si con Orlando la solidaridad internacional masiva se produjo tras la muerte, es necesario que con Fariñas no se repita la historia. Desde ahora tenemos que sensibilizar a la opinión pública. ¡Impidamos un nuevo asesinato
domingo, 7 de marzo de 2010
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