miércoles, 20 de febrero de 2008
Lleva 49 años pisándonos la cabeza
CRUZ MORCILLO. MADRID.
18-2-2008 08:13:13
Su lucha pacífica contra la dictadura castrista les ha costado la libertad, la salud y el país. José Gabriel Ramón Castillo, Alejandro González Raga (ambos periodistas), Pedro Pablo Álvarez Ramos (sindicalista) y Omar Pernet Hernández (soldador) ya están en España: libres, pero exiliados a la fuerza. Los cuatro son miembros del llamado «Grupo de los 75», disidentes detenidos por el Gobierno cubano en el golpe contra la oposición interna de marzo de 2003.
Desde entonces han permanecido en prisiones distintas, tras ser juzgados en procesos sumarios a puerta cerrada y condenados a penas que superan los 20 años. Los «traidores» y «espías» para la dictadura cubana, «presos de conciencia» para Amnistía Internacional, vinculados al Proyecto Varela, que reunió 25.000 firmas para pedir derechos constitucionales, pisaron ayer suelo español acompañados de algunos familiares. Arrastraban aún la huella de la incredulidad y el dolor del destierro impuesto, pero sus palabras estaban salpicadas de gratitud para España y el Gobierno.
«El miércoles me dijeron que me iban a liberar. Sabíamos que el Gobierno español estaba negociando y había tomado la iniciativa, pero yo creía que era por mi estado de salud», explica el periodista José Gabriel Ramón Castillo, condenado a 20 años. El director del Instituto Independiente Cultura y Democracia, disidente oficial desde 1991, padece diabetes, cirrosis, hipertensión... Su discurso tiene rabia y esperanza casi a partes iguales. «Pienso mantener la lucha por mi país, aunque ahora soy hijo del mundo».
Prisiones para enfermar
Quien no ha pasado por Boniato, dicen los cubanos, no ha estado preso. Boniato es el penal con mayúsculas, donde Castillo ha enfermado día tras día, por pensar, en una celda inmunda en la que se encerraba para dar la espalda a la «miseria humana». Los presos comunes, cuenta, están a las órdenes de los carceleros en la misión patriota de hostigar a los castigados por disentir.
Él ha tenido más suerte y ha podido traer a su familia. A Omar Pernet, sentenciado a 25 años, que no tiene dedos para contar las cárceles por las que ha pasado desde 1965, no le han permitido ni eso. «No hubo tiempo de arreglar nada, no me dejaron hablar con ellos. La policía fue a mi casa a por mi ropa, pero no informó a mi hermana de que me soltaban».
Para los cuatro se cursó la misma orden, una licencia extra-penal que implica salir de Cuba sin pisar la calle. Aun así, ninguno sabe cuál es su estatus ni la visa de su pasaporte proporciona muchas pistas. Se sabe, aunque el Ejecutivo español ha mantenido total discreción, que las autoridades cubanas obligaron a España a que sacara a los disidentes del país antes del domingo, de ahí que se tuviera que recurrir al Airbus de la Fuerza Aérea.
El miércoles les dijeron que iban a ser libres, sin más detalles y que podían exiliarse con un número de familiares, distinto en cada caso. El jueves los trasladaron a los cuatro a una prisión de La Habana y allí aguardaron hasta el sábado con el corazón en vilo y sin ninguna esperanza de poner los pies en las calles habaneras, tal y como ha confirmado desde la Habana el líder del Proyecto Varela, Oswaldo Payá. Los representantes del Gobierno español que han ultimado las gestiones no pudieron comunicarse con ellos hasta que no subieron al avión oficial.
Omar Pernet, 62 años, con las marcas de mil batallas en su rostro, está en silla de ruedas por culpa de Fidel. En un traslado de cárcel casi acaban con él. Fundó el Movimiento Nacional de Derechos Humanos Manuel de la Peña. Su lengua amable se dispara contra el tirano. «Lleva 49 años pisándonos la cabeza, sembrando esclavos. Tenía que irme, mire mi estado. Pero tenemos que tirar de los demás». Aun quedan 55 compañeros dentro, algunos tan enfermos o más que él
Todos saben que no podían quedarse. El periodista Alejandro González Raga vinculado al Movimiento Católico perdió a su madre hace dos semanas. Ni la vio entonces ni la va a volver a ver. Su padre, anciano, se quedó en Cuba. Y su hijo. Libres, pero desterrados.
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