2009-01-22.
Guillermo Fariñas Hernández, Periodista Independiente, Cubanacán Press
(www.miscelaneasdecuba.net).- Raúl Castro Ruz, el actual presidente de Cuba, es una persona más pragmática que idealista, por lo que posee una clara idea de sus fortalezas y debilidades personales. Está muy claro que la responsabilidad que ha caído sobre sus hombros es algo que solo su muerte podrá aliviar.
Ni él mismo pudo prever el desenlace a la larga carrera por el poder en la cual ha respaldado a su hermano Fidel incondicionalmente, se terminaría con el escenario que se presenta actualmente. Si en alguna ocasión tuvo dotes de adivino, ya a sus 77 años de azarosa vida estos disminuyeron de raíz.
Su principal problemática no es otra que intentar perpetuar el socialismo cubano hasta su muerte, como un compromiso insalvable con el siempre exigente Fidel. Después aunque le importe algo la posteridad se debería contar con un dirigente carismático, atractivo, simpático y sobretodo que movilice al pueblo.
Ese y no otro, es el cardinal reto al que se enfrenta la actual Revolución Socialista Cubana para intentar continuar en el poder político. Todo dependerá en la medida de lo posible de la designación de un sucesor que logre arrostrar a una comunidad internacional a la espera de la muerte del muy enfermo líder histórico.
De pronto de la palestra pública han desaparecido dirigentes estigmatizados como “Fidelistas”, mientras que cada día están haciéndose más notorios otros provenientes del grupo denominado “Raulistas”. Los casos de Carlos Manuel Valenciaga y Carlos Lage Dávila son demasiado axiomáticos.
El hasta hace poco Ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias entendió que la propia fortaleza con que contaba la Revolución, se ha transformado ahora en su principal mortal debilidad: el hecho cierto de contar o no con la presencia siempre avasalladora de famoso Fidel.
Fidel Castro a los inicios del proceso que encabezó por unos largos 48 años, tuvo a su lado personajes que tenían características de líderes al igual que él. Tras el triunfo de la rebelión en enero del 1959 del pasado siglo XX, comenzó a prescindir de éstos, para evitar que alguien le hiciera la competencia por el poder.
Así salieron del escenario de los primeros planos del proceso social cubano y siempre por disímiles motivos individuos con capacidad liderar, como Camilo Cienfuegos, Huber Matos, Humberto Sorís Marín, Rolando Cúbelas, Pedro Luís Boitel, Gustavo Arcos Bergnes, Aníbal Escalante, Joaquín Ordosqui y Ernesto Che Guevara.
Para los revolucionarios de la isla quedó bien claro que tener criterios propios y aspirar a la popularidad de los seguidores del Socialismo en Cuba, era una actitud temeraria y altamente peligrosa. El mensaje llegó fuerte y claro: “En la República de Cuba solo puede existir un solo líder, los demás son seguidores de este”.
Esto acarreó la aparición de toda una mutación psicológica a toda la sociedad cubana en general y a cada uno de los partidarios del Fidelismo en particular. Que implicó que se podía asumir liderazgos hasta cierto punto, pues el líder inamovible era el Comandante en Jefe y cuestionar esto era traición a su Gobierno.
Hoy se necesita un líder preferentemente joven y de buena salud para seguir la ruta signada por los hermanos Castro, pero el milagro no aparece ante la consternación de Raúl y su equipo de estado. Pues mientras Fidel ejerció el poder no toleró y neutralizó toda capacidad de liderazgo dentro de las filas revolucionarias.
Se ensaya con el coronel vestido de civil Alejandro Castro Espín y esto también se hace con el doctor en medicina Antonio Castro Soto de Valle, hijos de Raúl y Fidel respectivamente। Pero ambos son excelentes ejecutivos carentes de las dotes poseídas por los conductores de masas, porque se busca a alguien con magnetismo.
viernes, 23 de enero de 2009
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