Yosvani Anzardo Hernández
HOLGUÍN, Cuba, enero (www.cubanet.org) - Los seres humanos somos predecibles, aunque hay excepciones relacionadas con casos muy específicos. Por ejemplo, se asegura que las enfermeras son cariñosas. Pero hay enfermeras que parecen carceleros.
Recientemente escuché que los hijos de Albert Speer, jefe de armamento de la Alemania nazi, sentían vergüenza por su pasado. Sin embargo, el hijo varón, siguiendo el ejemplo de su padre, estudió arquitectura. Debe ser doloroso para hijos y padres. Aquí sucede lo mismo. A la gente le gusta recordar a sus familiares que fueron mambises, pero nunca he escuchado a nadie decir: “yo tuve un bisabuelo voluntario”, como le decían entonces a los criollos que peleaban del lado de los españoles. Esa parte de la historia familiar se olvida con toda intención.
Por otra parte, cada vez hay más personas que aseguran no haberle hecho daño a nadie a pesar de su relación estrecha con el gobierno. El lado peligroso es que también la gente sencilla comienza a hablar abiertamente y con odio, de los carceleros y las enfermeras, sin hacer distinción de unos y otros; es como una enfermedad, porque el problema no se resuelve con odiar, y menos a todo el mundo.
No existe un cubano que no reconozca, por lo menos para sí, los males e injusticias sociales que imperan en el país. Es como si se hubiese abierto una caja de Pandora; las cortinas caen y las mentiras quedan al descubierto, y lo peor es que mientras hay personas que descubren cosas, como por ejemplo, que los cubanos no nos reproducimos en cautiverio, otros se aferran a sus temores pensando en qué más pueden hacer como no sea darle palos al mulo sobre el que están montado. Pero se equivocan, nadie tiene el derecho a comprometer el futuro de sus hijos, pues siempre será mejor tarde que nunca. Por supuesto, nada se parece más al “nunca” que un “demasiado tarde”.
Hace unos días, un teniente coronel retirado, combatiente contra la dictadura de Fulgencio Batista, me aseguró que por las mismas razones que peleó antes, debe hacerlo ahora.
Hubo un joven campesino, mulato, que siendo sargento fue uno de los líderes de la revolución del 4 de septiembre de 1933. Después llegó a la presidencia elegido democráticamente, y durante su presidencia hizo cosas buenas. Luego este hombre demostró debilidad de carácter, borracho de poder, y se convirtió en dictador. Se trata del mismo Batista. Otro tanto volvió a ocurrir después y, con ese precedente, la dictadura que lo siguió no tiene parangón en la historia de la humanidad.
Los cubanos somos así, hay hombres y mujeres muy fuertes que luchan por convicción sin desear poder para sí, como Gómez y Martí. Pero también hay seres débiles y oportunistas, que guiados por el miedo fundan regímenes como el que tenemos aquí, y se apoyan en los que traicionaron a los mambises, apoyaron a Machado, marcharon junto a Batista, y forman hoy brigadas de respuesta rápida. Y es que todos son los mismos, estirpe de voluntarios.
viernes, 9 de enero de 2009
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