viernes, 9 de enero de 2009

Vodevil del robo y la traición

José Hugo Fernández

LA HABANA, Cuba, enero (www.cubanet.org) - Los discursos de nuestro presidente se han convertido en vodeviles sin gracia. Mucho mejor le iba cuando hablaba poco. Ante nosotros, por lo menos. Ya que no ante sus mimadores del ancho mundo, que insisten en venderlo como un hombre pragmático, prudente, y hasta como un buen administrador.
La verdad es que a un hombre prudente no se le ocurriría declarar en un discurso de celebración de medio siglo de dictadura, que lo único que el pueblo no podrá decir jamás sobre el régimen es que robó y traicionó.

Porque en el caso (improbable) de que fuese lo único que el pueblo no puede decir, le queda la posibilidad de decir otras muchas barbaridades cometidas.

Por lo demás, con respecto al robo, el pueblo no necesita agregar ni una palabra. Si nuestro presidente revisa bien sus vodeviles de los últimos meses, comprobará que él mismo lo ha dicho, a veces por carambola y otras claramente.

Lo único que no podríamos afirmar sobre el régimen es que no ha cumplido al pie de la letra aquella sentencia según la cual en su propia culpa radica su condena. Pues si de traición se trata, bastaría con echarle mano a los discursos de 1959 o de los inicios de los 60, y confrontarlos con la realidad de hoy.

De cualquier modo, si no abundaran en forma abrumadora las pruebas históricas de robo y de traición al pueblo por parte del régimen, Raúl Castro ha facilitado la tarea, poniéndonos a mano otro ejemplo, justo durante su último vodevil, escenificado hace unos días en Santiago de Cuba.

“Aquí lo que hay que hacer es ciento de miles de casas, por eso quiero el árido y la fábrica de cemento, y vamos a hacer de verdad la base industrial para desarrollar la vivienda. Ya está bueno, vamos a hacerla de verdad” –dijo.

Después de cincuenta años en los que una buena parte de la sociedad cubana ha vivido punto menos que a la intemperie, y otra vive hacinada en albergues de mala muerte, o en barbacoas que enajenan los fundamentos afectivos de la familia, nuestro pueblo no necesita decir que la revolución los traicionó. El hecho habla por sí mismo.

Mientras los cubanos se quedaban sin casas y sin los mínimos recursos para reparar paredes y techos, el régimen despilfarraba el fruto de su trabajo sufragando guerras en las cuatro esquinas del mundo, o hacía proselitismo político regalando cemento y otros materiales de construcción a diversos países, ¿de qué le sirve al pueblo decir que lo han robado?.

En todo caso, ¿para qué necesita decirlo? El presidente lo ha dicho en su último vodevil santiaguero, cuando al referirse (sin nombrarla) a la política de construcción de viviendas a lo largo de cincuenta años, dijo: “Ya está bueno, vamos a hacerla de verdad”.

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