lunes, 30 de junio de 2008

El síndrome del miedo

Por: Ramón Colas

www.opositorcubano.com-En Cuba, como en todas partes, las enfermedades comunes nunca suelen ser noticias. Los científicos serios prefieren resultados concretos para beneficio humano que convertirse en titulares de los diarios. Sin embargo, el efecto retorcido del síndrome del miedo en la isla tiene espacio seguros en todos los medios.

En el diario Granma, órgano oficial del gobierno cubano, su director Lázaro Barredo Medina, quien además es diputado, propone apropiarse de todos los espacios del país mediante la represión contra los opositores. Justifica la acción con alevosía y aboga por su aplicación de forma inmediata. La lectura es clara. Inducir el miedo a los cubanos, en el intento de detener el creciente avance de la oposición y el nivel de credibilidad que gana en el pueblo.

Barredo tiene el diagnóstico en las manos e intenta usarlo insolentemente. El vocero de la mesa redonda, sabe el poder del miedo como enfermedad y trata de infectar al país con ese dañino virus de la intolerancia.

Padeciéndolo el, y los otros portavoces del “nuevo” gobierno, Barredo trata de esterilizarse haciéndose incólume ante lo inevitable. Quiere alargar su complicidad con el crimen al solicitar prisión inmediata para los actores del cambio que ya se vislumbra.

Este periodista-diputado, interpreta muy bien su papel de sostén ideológico. Echa a ver en sus comentarios, que los radios de Frank Calzón (que si llegan a Cuba porque yo lo tuve y hoy lo usa mi madre para escuchar Radio Marti) las medicinas de Hernández Trujillo y las conferencias internacionales del Directorio Democrático Cubano, son consecuencia de un supuesto terror aprobados en Washington DC. Usa el envío de la ayuda enviada a los oposicionistas como pretexto para desacreditar la legitimidad del apoyo que se ofrece a los representantes de la nueva Cuba por organizaciones del exilio y como argumento para incitar al terror.

“El miedo es, decía Albert Camus, la enfermedad del siglo XX” y tenia razón. La precisión seria que Cuba inicio el Tercer Milenio infectada del mal.

Dice James Meredith que “el régimen no tiene capacidad para encarcelar a cien mil cubanos en estos momentos”. Barredo lo sabe y se siente nervioso en su cómoda posición de diputado porque la historia tiende a repetirse: Cuando el pueblo se inquieta ante la injusticia y el miedo va cediendo al valor entonces los roedores abandonan la nave temiendo sucumbir. Antes de hacerlo, generalmente, abogan por la fuerza de la supervivencia y la aplicación del peor antídoto frente al supuesto mal. Aunque este periodista parece capaz de morir en la barca porque las aguas (perdón) la libertad puede parecerle peligrosa.

Todo esto advierte una realidad. Los cambios de actitudes de la gente en Cuba preocupan a la nueva jerarquía y a los servidores de campañas. Ese es, posiblemente, el más importante cambio tangible en la isla porque los delatores se han comenzado a disipar en el intento de no continuar dañando al vecino que vende café o al opositor que lucha por los cambios. Ahora hablan en las esquinas sin temerle al policía, critican lo que ante era imposible y expresan el deseo de viajar, acceder a Internet, tener sus negocios y hasta nuevos partidos

Los cubanos no pecan de ignorancia y las autoridades, expertas en cerrar las fisuras de su régimen, salen al paso apresuradamente por el alcance de las manifestaciones populares. A lo que han dado a llamar indisciplina social, eufemismo práctico para desviar el sentido real de lo que ocurre, no es más que el descontento de un pueblo cansado de discurso y que exige cambio.

La mesa redonda y sus portavoces, el diario Granma y sus editoriales, la radio oficial y la televisión, los núcleos del partido y la juventud comunista siempre han existido para actuar defiendo al modelo. Esa función mediática en voz de Barredo no es solo amenaza o debilidad, es un temor fundado en la nomenclatura. El miedo es humano y ellos también son hombres.

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