lunes, 16 de junio de 2008

Su propia guerra

Juan González Febles

LA HABANA, Cuba, junio (www.cubanet.org) - El diario Granma, en su edición del 5 de junio, lo comenta con ribetes de efemérides nacional. Se trata de la carta escrita por Fidel Castro y dirigida a Celia Sánchez en 1958. En ella confiesa que hará la guerra a los Estados Unidos, y que eso será su verdadero destino. Este es el tema resucitado por Granma cincuenta años y muchos desengaños después.

Convertido en vengador revolucionario, Fidel Castro realizó su más cara fantasía política a costa de las aspiraciones y expectativas de varias generaciones de cubanos. Ciudadanos anónimos y no tan anónimos, a quienes no interesó nunca la guerra que libraría Fidel Castro contra los americanos, de todos modos, de una u otra forma se vieron involucrados en la misma.

La sangre que se derramó en esta cruzada personal embarró a más de un continente. La fiesta fue verdaderamente en grande, lo triste es que sus sucesores o su sucesor no se percatan de que todo acabó. Los encargados de manejar y administrar el castillo de naipes o el elefante blanco del Comandante, no dan pie con bola para hacerlo con creatividad. Repiten el camino trillado por el anciano y terminado líder.

Al cabo de 50 años de la dichosa carta y más de cien días de gobierno del general Raúl, seguimos en la misma candanga del anti americanismo, pero sin una gotita de respaldo popular.

Ciertamente, eso del anti imperialismo, o para decirlo mejor del anti americanismo, al menos en Cuba ya no tiene futuro. Ellos, con su infinita torpeza, lo hicieron abortar. El pueblo cubano adora a los americanos. Pero (y esto es un pero importante), los adora con el mismo amor con que los pueblos libres de Europa del Este lo hacen. Una reacción típica de pueblos abusados por dictaduras totalitarias de izquierda.

La única razón para que el rotativo Granma resucite la carta, está en el afán del régimen por mantener la fricción con los Estados Unidos. Para ello elevan a categoría histórica una perreta cargada de resentimiento, intrascendente por demás. Pero existen otras razones. Estas se remiten al afán por privar a la oposición pacífica cubana de su aliado más poderoso y leal.

Si de imperialismos se trata, digamos que los yanquis no son los peores de la muestra mundial acumulada. Mucho más crueles y depravados fueron los imperialistas soviéticos. Los yanquis no han asesinado, hasta donde sé, a familias completas con perros y servidumbre incluidos. El ejército de USA no tiene en sus anales algo así como la masacre de Katrin, en Polonia. No pueden ser tan malos esos imperialistas yanquis, que ganan una guerra y regalan un Plan Marshall.

Por lo pronto, el gobierno del general Raúl se empeña en la estrategia rebasada de su hermano Fidel. Carece de imaginación para crear algo mejor. Los Estados Unidos es nuestro mercado natural. Es también el destino natural para todos nuestros exilios, y el país con el que más identificación ha existido y existe a nivel popular.

Los pocos anti imperialistas por convicción que quedan en Cuba en estado natural, rebasan las siete décadas. Por suerte se acaban, y no tienen relevo.

¡Que le vamos a hacer! Hasta el propio presidente lo sabe. Dicen que el general bebe whisky en lugar de vodka o ron. No es bobo. En Cuba se prefiere Chevrolet a Lada, el Canal 23, el 41 y el 51 a Cubavisión. A pesar de sus veleidades eslavas, el general fumaba, cuando lo hacía, cigarrillos de Virginia. Castro el mayor gustaba de las viejas películas del oeste.

Los cubanos, somos malos latinoamericanos. Con excepción del tango y la música brasilera, nada del Sur es bueno para Cuba, ni tan siquiera el petróleo de Venezuela. El de Texas es mejor. En fin, la guerra de la familia Castro es su guerra personal o quizás familiar. Que no nos obliguen a saber de algo que nadie quiere oír. Mucho menos un cuento sin importancia de hace cincuenta años, que todos queremos olvidar.

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