miércoles, 12 de noviembre de 2008

FUERA DE SUS CASILLAS

Jorge Olivera Castillo – Sindical Press
12 de noviembre de 2008

La Habana – www.PayoLibre.com – Barack Obama entró en la historia por la puerta principal y con el triunfo disfrazado con una sonrisa sin átomo alguno de petulancia. Llega a la Casa Blanca en buena lid. No hubo margen para serrucharle el piso, ni tiempo para un traspié que lo hiciera caer sobre algunas de las agrestes parcelas de la derrota.

Pulverizó los pronósticos conservadores que traían a colación su descendencia africana por vía paterna. Desde el principio de la contienda electoral hizo de la perseverancia un estandarte, de la voluntad un sello distintivo y del lenguaje renovado y esperanzador una especie de bálsamo para aliviar el dolor de la incertidumbre. Con Obama presidente, la sociedad norteamericana ofrece otra lección de grandeza. En menos de medio siglo, se rompen tabúes que parecían inconmovibles. Atrás va quedando la rebeldía de Rosa Parks, negándose a cederle el asiento del ómnibus a un ciudadano de tez blanca, que le exigía el derecho de ocupar su puesto de acuerdo a las disposiciones vigentes en que los negros estaban a merced de un odio zoológico.

Hoy se cumple parte del legado de Martin Luther King que murió abogando por la integración racial en 1968. Su sueño cobra vitalidad con la elección del primer negro a la presidencia de los Estados Unidos.

El color de la piel no fue un parámetro a tener en cuenta en las urnas. Simplemente bastó una proyección que interpuso el futuro del país delante de los prejuicios, la necesidad de transformaciones por encima de esquemas mentales obsoletos y circunscritos a un subjetivismo sin puntos de contacto con la dialéctica.

Las repercusiones de la victoria de Obama desbordan las fronteras de Norteamérica y esto no sólo tiene fervientes partidarios, escépticos sin ánimos de rectificación y detractores que expresan su disgusto abiertamente junto a otros que optan por la parquedad y la manipulación como una pésima coartada para canalizar sus fastidios.

Al régimen de La Habana no le sienta bien esta sorpresa. El hecho en sí, hace talco parte de sus baterías propagandísticas con las constantes andanadas sobre Washington, Los Ángeles, New York, Chicago u otros sitios, donde según el punto de vista gubernamental predomina, el desempleo, la discriminación racial, la impunidad, el hambre, los homicidios, la violencia doméstica, entre una larga secuencia de desastres ajenos a matices y alternativas. De creer literalmente en todo ese fárrago de calamidades, sin tan siquiera destellos de satisfacciones, Estados Unidos sería tan inhabitable como los centenares de miles de inmuebles de cubanos olvidados entre tanta distorsión y omisión informativa, regulaciones absurdas y siempre a la espera del escarmiento en sus facetas más duras.

Si de calificar se trata, la actitud de la élite de poder insular podría interpretarse en términos que van de la cautela hasta el desconcierto. Entre las prioridades de la política de confrontación que sustenta toda su arquitectura ideológica está la captación de las simpatías de la comunidad negra norteamericana muy proclive a adoptar posturas críticas antisistémicas y que sin lugar a dudas se convierten en servidores indirectos de las políticas del partido comunista cubano. Importantes sectores de la intelectualidad, del arte y del estamento religioso de este segmento poblacional ha permanecido fiel a la tradición liberal que se manifiesta, con mayor o menor intensidad, contra el stablishment. De esa realidad el régimen de La Habana saca una notable cuota de provecho que describe el marco de una estrategia, hasta el momento, con puntuales grados de efectividad.

Ahora, a partir del nuevo escenario, deben surgir nuevos enfoques para reinventar el esquema de la confrontación. Uno de ellos podría ser la utilización de figuras negras con el fin de que amplifiquen las fallas de Obama y demeritar su labor presidencial a partir de conceptos arraigados en un perfil netamente racial. Es decir, conceptualizarlo como un traidor a su raza.

O sea que pudiese haber la intención de ampliar las divisiones dentro de esa comunidad étnica hacia dentro de Estados Unidos.

Por otro lado, sería atinado reflejar que una acción en este sentido no garantiza, de antemano, el éxito. Parece ser que estamos en el vórtice de un fenómeno con posibilidades de paralizar, cualquier ánimo de enturbiar la gestión de un afronorteamericano con una visión de futuro muy clara y que, al parecer, viene con las mejores intenciones de hacer todo cuanto esté a su alcance por dejar un legado a recordar, con gratitud, por las siguientes generaciones de sus conciudadanos, independiente del color de su piel, preferencias políticas y religiosas.

Obama respecto a Cuba, va a apostar por un cambio más bien modesto, pero que resulta incómodo para la nomenclatura. Cualquier "deshielo", por mínimo que sea, requerirá bien de renovaciones en pos de una gradual normalización, por supuesto condicionada a factores ineludibles por parte de Cuba, o de crispaciones que darán al traste con una deslegitimación con sus nefastas derivaciones.

Las coartadas para autentificar el enfrentamiento se reducen. La élite está de mal humor, fuera de sus casillas. Se les acaba el tiempo, la ropa de camuflaje y los chalecos antibalas para las batallas retóricas. Ir en calzoncillos y camiseta a una guerra no es de gente audaz y respetable. Veremos, en definitiva, que sucede.

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