2008-11-17.
Pablo Silva Cabrera, Presidente del Partido Solidaridad Democrática, Integrante de la Unidad Liberal de La República de Cuba
(www.miscelaneasdecuba.net).- Barack Obama, candidato del Partido Demócrata de Estados Unidos, ha sido elegido como presidente de esa importante nación. Su lema de campaña estuvo centrada en una palabra, que a mí se me antoja mágica, Cambio; por cierto, esa es la misma palabra que venimos esgrimiendo los opositores en Cuba, mucho antes de que a Obama se le ocurriera correr para presidente.
Es innegable que el hecho de que un afroamericano haya sido elegido a la máxima posición gubernamental, en un país que hasta hace pocos años discriminaba a las personas por el color de su piel, es un cambio importante e histórico como todo el mundo ha señalado. Pero ustedes se han puesto a pensar, qué relevancia puede tener ese Cambio estadounidense, si lo comparamos con el que tenemos que hacer aquí en Cuba.
El cambio en Cuba se reflejaría hasta en el lenguaje que utilizamos en nuestra vida cotidiana. Por ejemplo ya nadie le preguntaría: Te tocaron los huevos, o si están dando el pollo de embarazada. Para muchas personas sería la posibilidad de hablar de cualquier tema político o social, sin el temor de que lo boten del trabajo o lo pongan en una lista negra, conocida en el lenguaje policial como potencial delictivo.
Podríamos, por ejemplo, desarrollar un pequeño negocio sin que nadie desde el poder nos califique de: merolico, maceta o rastacuero, palabreja esta última predilecta de un oficialista comentarista radial empeñado en fustigar a todos los que se salen o pretenden salir del estrecho canon socialista.
En fin seríamos ciudadanos libres, como muchos de los habitantes de este planeta, con el derecho y la tremenda responsabilidad de elegir a nuestros gobernantes y exigirles que hagan su trabajo bien, porque para eso lo pusimos en esa posición.
El cambio en Cuba tiene un nombre propio, se llama Transición Democrática y posiblemente cada persona la imagine según sus experiencias existenciales y su cultura política; algunas personas me han confesado que no pueden ni imaginárselo; por lo general son jóvenes a los que el comunismo les extirpó hasta la capacidad de soñar.
Aunque sé que las transiciones son un proceso, no puedo sustraerme a la tentación de visualizarla como una tremenda fiesta popular. Durante muchos años la tuve simbolizada en la imagen de Celia Cruz, con su inigualable sonrisa gritando ¡Azúcar! en el aeropuerto de Rancho Boyeros.
Ahora la transición es para mí, una descarga musical en el Estadium del Cerro; con la participación de Willy Chirino – que tendrá que cambiarle la letra a su popular canción, porque nuestro día al fin llegó – Albita Rodríguez, Gloria Estefan, la inolvidable Olga Guillot – ya se las arreglará para cantarnos un bolero – y hasta el mismísimo Juan Formell y sus Van Van; porque ésta será la fiesta de todos los cubanos.
Los cambios políticos en nuestro país siempre han tenido un carácter festivo. Recuerdo a mí abuelo materno refiriéndose a aquel 20 de mayo de 1902, como el día más alegre vivido por Cuba. Mis padres me contaban como la caída de Gerardo Machado en 1933 fue un momento de felicidad colectiva quizás empañado por ajustes de cuenta y actos de violencia por parte de los vencedores.
No puedo dejar de mencionar la Jornada gloriosa del primero de junio de 1944, en que el pueblo votó por un cambio que quisieron ver en la figura de Ramón Grau San Martín, mí familia que fue Auténtica hasta que Chibás enarboló la escoba para barrer los males reales o imaginarios de una república que todavía estaba en pañales, se referían a Grau como el aguafiestas de aquella gloriosa jornada.
La caída de la dictadura de Batista es para mí uno de los más bellos momentos de mí infancia. El entusiasmo se desbordó y todo el mundo andaba sonriente; en ese momento no había diferencia entre el rico y el pobre; el 1 de enero de 1959 era el día de la liberación y a nadie se le podía ocurrir lo contrario, el tiempo nos demostraría algo bien distinto.
Para un pueblo que ha tenido que vivir casi medio siglo, soportando consignas tan tremebundas como son: Patria o Muerte, Socialismo o Muerte o aquella de que Será preferible hundirnos en el mar antes de renunciar a la gloria que se ha vivido. Qué tiene de glorioso la casi destrucción de un país que estaba entre los más desarrollados del continente. ¡Por favor! Creo, por lo tanto, que tenemos más que ganado el derecho al relajamiento y el esparcimiento sano.
Es por esta razón que hoy me animo a proponer, si es que se decide que la transición debe de tener una consigna o palabra que la defina para la historia, que esta palabra sea: ¡A Gozar! Por lo tanto el inicio de este proceso político se podría definir de esta forma: ¡Se formó la gozadera!
Por que entre las definiciones que el diccionario da de esta palabra se encuentran: Sentir gozo o placer por una acción propia o ajena. Ustedes quieren mayor placer que podernos liberar al fin de todos los sinsabores que hemos padecido. Otra de las definiciones plantea: Sentir alegría por una cosa.
Que mayor alegría que la de ser libre. La siguiente: Tener una cosa útil y beneficiosa. Tendremos al fin la oportunidad de trabajar para beneficio nuestro y de la patria. Para terminar, que esto no es una clase de español: Tener una condición física o moral buena. Quién duda que la Democracia sea la cura para todas nuestras miserias.
Les confieso que yo ya me estoy preparando para la transición; aunque nunca me he caracterizado por mis habilidades danzarias, he empezado a hacer aeróbicos para ir acomodando el esqueleto.
Como me dijeron que la clara de huevo era buena para afinar la voz; se la pedí a mi esposa que por supuesto no me la dio, por lo que me decidí a utilizar la sal, según un viejo sonero es lo mejor para cantar como los dioses. Sólo me queda esperar por que se acaben de afinar los instrumentos y los músicos se coloquen frente a los atriles. Cuando todo esté listo, comenzará a tocar la orquesta y habrá comenzado la gozadera; en una fiesta, que como todas las fiestas, será la celebración de una esperanza.
domingo, 23 de noviembre de 2008
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