viernes, 18 de enero de 2008

Elecciones en Cuba: ¿Por qué son un combate?

Miriam Leiva

LA HABANA, Cuba, enero (www.cubanet.org) - El 20 de enero se realizarán las elecciones para diputados a la Asamblea Nacional y los delegados a las Asambleas Provinciales del Poder Popular. Para la propaganda oficial “estamos llamados a un combate”, y la estrategia es el “voto unido” de los revolucionarios y los patriotas. Se dice que los enemigos apuestan por la división, la confusión, porque “quieren mostrarnos débiles para atacar”.

Según el semanario Tribuna de La Habana, hay que persuadir a los ciudadanos de que el voto disperso perjudica el proceso y no conviene a la patria ni a la revolución; se ha trabajado intensamente para esclarecer a quien pueda estar equivocado o confundido, persuadiendo a participar en las elecciones; y está en juego la existencia de la nación. Asimismo, se dan amplias explicaciones de la organización de los colegios electorales e incluso quienes arriben a los 16 años ese día pueden votar previa presentación de la tarjeta del menor, pues aún no contarán con el carné de identidad como mayor de edad.

El voto unido significa que se tendría tanta confianza en los delegados que aparecen en la boleta electoral, que se votaría automáticamente por todos haciendo una cruz en el círculo que aparece al centro. En definitiva, los ciudadanos han recibido candidaturas cerradas, llegadas de las instancias superiores del Partido Comunista. No cabría exclusión, pues los escaños que cubrir son tantos como las personas propuestas. Así, de 614 diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular hay 614 propuestos, casi la totalidad miembros del partido único. Se aprecian nombres nuevos, sobre todo de jóvenes, mujeres, negros y mulatos. Indudablemente, eso podría ser una señal positiva por dar posibilidad de nuevas frescas u oportunidades de género y raza. Sin embargo, el método de designación responde como es usual a la valía por incondicionalidad, y excluye a infinidad de personas de esos grupos poblacionales con magníficas condiciones y que podrían traer verdadera renovación y creatividad.

La campaña propagandística denota preocupación porque los resultados que anunciarán sobre la participación ciudadana sean demasiado distantes de la realidad. Al parecer no les resulta ya suficiente la compulsión mediante las reuniones en las cuadras y la existencia de centros de votación a pocos pasos del hogar del votante so pena de tener consecuencias en todos los aspectos de su vida si faltaran.

¿Y qué dice el pueblo en la calle sobre las elecciones? Nada o que son lo mismo de siempre. Indiferencia ante un ejercicio tan importante como elegir a quienes deberán legislar durante los próximos años, en momentos en que el país lleva año y medio con una dirección provisional y se supone que ahora estos diputados designen el Consejo de Estado que ejecutará los cambios que ha anunciado el General Raúl Castro. Este pueblo, supuestamente tan politizado y con alto apoyo a quienes gobiernan, vive su agonía cada día con menos resignación, ya se queja más abiertamente, pues las expectativas nuevamente insufladas se están convirtiendo en otra decepción.

Andar La Habana a comienzos de 2008 no se diferencia mucho de épocas anteriores. Las paradas de los ómnibus están llenas de personas con semblante abúlico y resignado para soportar la larga espera. En Cuba, el tiempo ha sido detenido o involucionado y las mentes han sido adormecidas. Posiblemente ese es uno de los mayores logros de estos 49 años de único poder y represión.

Mientras, las personas se hacen más creativas, laboriosas y productivas en todo el mundo, incluidos los cubanos que emigran, y se esfuerzan por aplicar con celeridad los descubrimientos en todas las ramas logrados en el siglo XX.

Estos isleños siempre se destacaron por el temperamento dinámico, la chispa hilarante y el optimismo creativo. Han sucumbido esas características en el curso de los años de decepciones y agotamiento por las carencias cotidianas. La mayor parte de la población nació después de 1959. Sus padres apoyaron entusiastamente un proceso de cambios llamado Revolución que prometía igualar oportunidades, resolver las necesidades y propiciar los bienes materiales fundamentales de todos los ciudadanos.

En cambio la vida es una “lucha permanente para sobrevivir”. Ese es el verdadero combate en Cuba. Los salarios y las pensiones no llegan al mínimo vital; la vivienda no alcanza para cobijar a la familia crecida y los jóvenes no pueden aspirar a una propia; la comida no llena el estómago; el transporte supuestamente mejorado sigue demorando indefinidamente; el puesto de trabajo y los estudios dependen de las recomendaciones políticas, y si no te gusta te vas. ¿Pero a dónde y cómo? Si logras quién te reclame y una visa de cualquier país, quizás el gobierno no te dé permiso de salida, y si cometes la locura de echarte al mar, puedes morir.

¿De cómo resolver todo eso se habló en el reciente período de la Asamblea Nacional del Poder Popular? No. Se continuaron las alabanzas a los éxitos. Que si el Producto Interno Bruto es de gigantes, y que si continuarán las proezas. En fin, que lo vital para el pueblo volvió a quedar en las promesas.

Se insiste en acusar de enemigos a quienes expresen sus ideas y aspiren a ocupar su lugar en el quehacer político, económico y social de Cuba, como si la patria fuera patrimonio de quienes mandan y determinan cómo se debe pensar y actuar.

Las causas de la carencia de entusiasmo por las elecciones, la apatía para ir a votar y las boletas echadas a perder no hay que buscarlas en ningún enemigo. El enemigo del sistema es el sistema mismo.

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