DANIEL SHOER ROTH
Luis Bazan perdio a su esposa y sus dos pequeños hijos durante una travesia en lancha desde Cuba a los Estados Unidos. El todavia guarda las esperanzas que sus seres queridos estan con vida.
Roberto koltun / El Nuevo herald
El infrenable contrabando de cubanos al sur de la Florida está abriendo profundas heridas en una comunidad donde no cicatriza el dolor del exilio.
Aunque se trata de inescrupulosas redes criminales que se aprovechan de la vulnerabilidad de las familias separadas por el régimen de La Habana, también es cierto que si bien parece duro y nos duele aceptarlo, quienes financian estas actividades ilícitas tienen su grado de responsabilidad.
Desde los familiares en Miami y otras partes del país que pagan entre $8,000 y $16,000 por persona y los individuos que financian la compra o el alquiler de las lanchas, hasta quienes tienen información pero se hacen los ciegos y callan, todos de una manera u otra se convierten en facilitadores de esta actividad ilícita que ha dejado un rastro de muertes durante el último año.
La fiscalía federal ha sido clara en que quienes organizan y financian las operaciones de tráfico humano serán penalizados. Es la única forma de parar el contrabando. El fiscal federal para el sur de la Florida, Alexander Acosta, declinó una entrevista que le solicité para conocer más detalladamente esos planes.
''Esta discusión se tiene que tener'', afirmó el representante Lincoln Díaz-Balart durante una visita a El Nuevo Herald el viernes. ''Nuestra comunidad en su gran mayoría es responsable'', sentenció.
Sin embargo, cuando el amor está por medio, todo parece válido para vencer cualquier obstáculo, sobre todo cuando el obstáculo que se interpone ha perdurado por cinco décadas y no da señales de desaparecer.
Por eso, en cierta forma comprendo a quienes se vacían los bolsillos y luchan contra viento y marea para traer a Estados Unidos a seres amados que viven en un régimen opresivo al otro lado del mar. Pero también entiendo que esa preocupación por los familiares a veces da pie a tragedias.
Me pregunto si vale la pena poner en riesgo la vida de un ser humano con tal de sacarlo de las garras del castrismo.
No puedo dar respuesta.
Desde un principio, la política clintoniana de pies secos/pies mojados fue un estímulo al contrabando humano, pues para garantizar que se tocara tierra había que hacerlo con lanchas rápidas, poniendo en jaque mate los viajes de balseros en embarcaciones rústicas.
Desde entonces, ha habido demasiadas desgracias, muertes de niños y arrestos a diestra y siniestra en el Estrecho de la Florida.
Luiz Bazán perdió a su esposa y sus pequeños hijos en una operación de contrabando en la que desaparecieron 40 personas. El viernes, cuando hablé con él, contaba el día 175 de la ausencia de sus seres queridos, pero rehúsa aceptar que murieron porque sus restos no fueron encontrados.
''La vida me ha dado un golpe muy duro con esto'', se lamentó Bazán, quien asegura que esperará a su familia, ``hasta que me canse de esperar''.
Aun cuando en los últimos meses han aumentado las investigaciones y los encausamientos a contrabandistas, el éxito de la fiscalía y las agencias del orden involucradas ha sido limitado dado que la comunidad no ''ha colaborado lo suficiente'', me explicó el subcomandante del Servicio Guardacostas, Christopher O'Neil.
A un nivel más humano, ''debe prevalecer la conciencia del gran riesgo en que están poniendo a un ser querido, dejándolo en manos de gente inescrupulosa que hasta los traen sin salvavidas'' y en embarcaciones sobrecargadas, me expresó la comentarista Ninoska Pérez Castellón.
''Realmente [a los contrabandistas] no les interesa el dolor humano'', suspiró Bazán.
En última instancia, detrás de esta tragedia colectiva se encuentra la tiranía en la isla que ha sembrado la desesperanza en generaciones que, al carecer de derechos humanos y civiles, y al no vislumbrar cambios en el horizonte, toman medidas desesperadas.
La libertad no tiene precio, pero a veces se paga con la muerte.
domingo, 18 de mayo de 2008
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