sábado, 16 de agosto de 2008

Desengaños

Jorge Olivera Castillo – Sindical Press

15 de agosto de 2008

La Habana – Hay pronunciamientos ambiguos más explicativos que una afirmación rotunda. No es necesario empezar a desbrozar las intenciones del sujeto que habla, escribe o canta, ni atormentarse con detalles en torno a un mensaje envuelto -aparentemente- bajo el rigor de la duda.

En este caso la imprecisión interviene como la palabra clave para adentrarse en las ¿nuevas? percepciones de un cantautor al parecer decidido a poner en perspectiva sino todos, parte de sus desencantos. Pablo Milanés rompe con un idilio. Son otras sus inspiraciones, otras las utopías. No es que la revolución le haya quitado las motivaciones en su proceso creador. Sigue en los textos, pero con otras lecturas sin el absoluto contenido laudatorio de antaño. Ahora el trovador dibuja con su voz, aristas que ponen en entredicho la excelsitud, la aureola mística del socialismo que el mismo junto a un nutrido grupo de artistas se encargaron de aupar con su talento.

Pablo sigue siendo un hombre de izquierda. Se resiste y no creo que lo haga, a abandonar las filas de una corriente de pensamiento que continúa fiel a un idealismo todavía por cuajar en la historia. Aparte de cantarle al amor, a los más íntimos sentimientos de los seres humanos, una parte de su legado musical tiene hondas raíces en la crítica al orden mundial existente, la redención de los pobres, la defensa de la autodeterminación de los pueblos, el apego incontrastable a la identidad como cubano y por supuesto el antinorteamericanismo.

Pablo Milanés por lo menos ha tenido la virtud -y no es la primera vez que lo hace- de exponer criterios diametralmente opuestos a la filosofía del poder en Cuba. Es muy probable que no pocos lo tilden de oportunista y podrían tener razón. Sin embargo pienso que más allá de las percepciones emotivas y hasta conscientes y justas, el hecho de que una personalidad de la talla de Milanés exponga en público, asuntos sensibles de la realidad nacional, esto remarca los ribetes de un fenómeno que da fe de la paulatina desintegración de los fundamentos ideológicos del gobernante partido comunista.

Cuando escribo sobre este músico, no puedo evadirme de sus cualidades artísticas y de cierta valentía frente a acontecimientos cardinales. Tengo en el recuerdo, su no adhesión al documento -firmado por varios prominentes artistas e intelectuales cubanos- con el propósito de justificar ante el mundo la detención y excesivas condenas a 75 disidentes y el fusilamiento sumario de tres jóvenes por intentar-sin herir, ni asesinar a nadie- el secuestro de una lancha. Ambos sucesos acaecidos en la primavera de 2003.

También voy a recordarlo por “Dos preguntas de un día”. Una de las canciones críticas de su nuevo álbum titulado “Regalo”. Aquí retrata el drama de una familia a causa de las restricciones que existen en Cuba para salir al extranjero.

En el estribillo queda el sustrato de una visión desesperanzadora: “¿Ha valido la pena? -pregunto- no sé……. ¿Ha valido la pena? -respondo- no sé”. Pablo Milanés airea sus desilusiones. ¿Tarde? ¿A medias?, sin dudas, pero lo hizo hace pocos días en un concierto en el capitalino teatro Mella. Desconozco a ciencia cierta el grado de su desengaño. El mío y el de una mayoría silenciada por el miedo, es casi absoluto. Me convencí 20 años atrás. La reafirmación llegó en la soledad de una celda de aislamiento condenado por ejercer mi pleno derecho a la libertad de expresión. En el centro de mis cavilaciones estaba la revolución con todas sus taras y excesos. Entre ellos los que el cantautor desnuda -ahora- entre sostenidos y bemoles.

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