Odelín Alfonso Torna
LA HABANA, Cuba, agosto (www.cubanet.org) - Los deportistas cubanos coronados o no con alguna medalla olímpica en Beijing, regresan por decenas anticipadamente a la Habana. Los integrantes del judo, la lucha greco-romana, el tiro, el ciclismo y otros, se ausentarán de la ceremonia de clausura en el estadio olímpico Nido de Pájaro.
Con bombos, platillos, serpentinas y una cuota de dirigentes revolucionarios, el partido único organiza el recibimiento de los medallistas en la patria. El ejército de Raúl Castro habilita sus jeep ceremoniales para trasladar a los laureados a su pueblo natal. Todo un espectáculo televisivo, un derroche de discursos políticos que destiñen el panorama deportivo de agosto.
¿Quien puede deletrearnos la verdadera razón por la cual los deportistas terminan su jornada en Beijing y toman el primer vuelo hacia la Habana?
Por las graderías de Beijing se pasean las glorias deportivas de la revolución. Hemos visto al saltador de altura Javier Sotomayor, la voleibolista Mireya Luis, el campeón mundial y olímpico de boxeo Teofilo Stevenson, el pelotero villaclareño Víctor Mesa y otros, apoyando los diferentes eventos en los que participa Cuba.
No es necesario asignarle a las glorias del deporte cubano una pareja de agentes de la Seguridad del Estado. A estas alturas, después de su retiro, nunca desertarían. Para ellos, el hospedaje es ilimitado. Tienen asegurado su boleto de entrada a la clausura de los juegos y el regreso a la patria corre por su cuenta.
En la cita olímpica de Atenas 2004, se privó al grueso de la delegación cubana de participar en el desfile de clausura. Cada deportista viajó a Atenas con cada minuto de su programa contabilizado hasta su regreso. Sin dudas, un ahorro en recursos y hospedaje que sirvió para costear el despliegue de agentes de la Inteligencia cubana en la cuna del olimpismo mundial.
Me atrevo a especular que el factor psicológico ha pesado sobre la pobre actuación de la delegación cubana en Beijing. Regresar con títulos o subtítulos olímpicos ha sido el ABC de los comisarios del deporte.
El compromiso inicial de la delegación cubana era obtener al menos 8 ó 10 medallas doradas y ubicarse entre los primeros 15 puestos en el medallero olímpico.
Los aficionados al deporte en Cuba tienen su premio, olimpiadas matizadas por selectas transmisiones de televisión y comentaristas guerreando al pie de un micrófono por su próxima salida al exterior.
No sólo nos deleitamos con las jóvenes muchachas del tatami o con el equipo reestructurado de boxeo que lo da todo en el cuadrilátero olímpico. Los espacios deportivos de la Televisión Cubana cubren con loas la llegada al municipio, barrio o batey, de los medallistas.
Por orden u omisión, no todos los reporteros realizan sus entrevistas en la propia casa del campeón o subcampeón olímpico. El reporte lo vemos desde la calle o desde un parque, preferiblemente en horas de la noche.
¿Qué hay de particular en los hogares de las judocas Yenis Bermoy y Yurisleidis Lupetey? ¿Acaso no ha llegado la revolución al interior del país?
Cubana de Aviación mantiene a tanque lleno las naves aéreas que traen de regreso a los deportistas. Si es necesario, el IL 96 del comandante Fidel Castro reforzaría la línea Beijing-Habana.
Es muy difícil que un atleta cubano deserte en Beijing. Yo no cambiaría comunismo, por comunismo al cuadrado. Entonces, ¿por qué el retorno inmediato?
odelinalfonso@yahoo.com
lunes, 25 de agosto de 2008
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