sábado, 16 de agosto de 2008

Raúl , Obama y los cambios en Cuba

Huber Matos Araluce, San José, Costa Rica
www.opositorcubano.com

El discurso de Raúl Castro el pasado 26 de julio ha sido objeto de varias interpretaciones. Algunas lo exoneran por la parálisis en que se encuentra el país. Alegan que él no ha podido materializar cambios importantes porque Fidel Castro, incluso enfermo, tiene suficiente poder para impedírselo; o que Raúl los ha frenado porque una profunda dependencia emocional de su hermano le impide contradecirlo. Sin embargo, es probable que no sea realmente Fidel Castro el que frena a Raúl, sino que todo ha sido una tomadura de pelo con el fin de facilitar la sucesión. Los fidelianos no descartan una apertura en Cuba, una apertura a cambio de quedarse con el poder, que es lo único que realmente les interesa. Ellos no se arriesgan, por ahora, a negociarlo con el pueblo, pero creen que pudieran pactarlo con Barack Obama.

Si nos remontamos a dos años atrás, recordaremos que la gravedad del dictador creó intensas expectativas. Estas iban aparejadas por un gran temor de parte de los principales funcionarios de la dictadura: ¿Cómo reaccionaría el pueblo cubano ante la muerte de Fidel Castro? Los fidelianos actuaron previendo lo peor, y para evitar que ante el esperado fallecimiento, el descontento popular pusiera en peligro la estabilidad del régimen, lanzaron una campaña con el propósito de hacer creer que habría cambios en Cuba. La estrategia tuvo suficiente éxito, dio alguna esperanza a parte de la población y la prensa internacional informó como un hecho el inicio de una nueva era en la isla. Hasta algunos opositores se entusiasmaron con las perspectivas. Mientras tanto, el régimen mantenía un férreo y permanente acoso contra la oposición.

Castro sobrevivió y esto le ha servido al grupo en el poder: Primero, se evitó la entonces posible conmoción nacional por su muerte; segundo, lo han convertido sin ningún escrúpulo en el responsable de todos los fracasos del régimen; y tercero, lo han puesto a desempeñar el papel de defensor del dogmatismo socialista, es decir, el que frena los cambios que quiere hacer Raúl. El viejo dictador, apartado por completo del contacto con la población, y con la ayuda de algunos colaboradores, dedica su averiada capacidad cerebral a elucubrar sobre cualquier asunto, mientras que Raúl y su grupo lo ensalzan públicamente porque todavía lo necesitan.

La dictadura castrista no ha hecho cambios estructurales porque durante medio siglo ha desarrollado un síndrome de parásito y además, no tiene ninguna confianza en el pueblo cubano para sumarlo a una transformación del país. Siempre ha dependido de un poder exterior para sobrevivir, ayer fue la URSS con seis mil millones de dólares anuales de subvención; hoy es Chávez con menos de la mitad de esta cifra, que, aunque muy importante, no les alcanza para financiar un cambio estructural que les brinde la seguridad de permanecer en el poder. Ninguna otra nación parece estar dispuesta a facilitarle una transfusión masiva de recursos a un régimen acostumbrado a vivir de lo que pide. España y Canadá se han aprovechado de la falta de libertades en Cuba para explotar el turismo y la minería, en condiciones que no permitiría ningún estado democrático. Brasil no termina de sumarse a este grupo.

A pesar de los temores que suscitaron en representantes de la dictadura, las declaraciones de Barack Obama en Miami, los fidelianos no pierden la esperanza de su triunfo en noviembre. Está demostrado que lo que muchas veces se promete en Miami a los exiliados, no se cumple en Washington. A cambio de levantar el embargo y no exigirle cambios políticos medulares, el régimen le ofrecería a Obama un espejismo democrático a largo plazo, con un paquete de cambios económicos y alguna concesión política inmediata para efectos publicitarios. En los Estados Unidos, y en el Partido Demócrata, hay muchas personas opuestas al embargo, que además creen que los cambios económicos llevan irreductiblemente a la democracia política. Con un acuerdo en tales términos, la dictadura pudiera lograr un respiro lo suficientemente profundo como para mantenerse el tiempo que necesita para consolidar la piñata que ya está bastante avanzada. Con el control económico de la isla en sus manos, los fidelianos reciclados de capitalistas dominarían la vida en Cuba por medio siglo más, tal y como hacen los ex camaradas en Rusia y China.

Obama puede no hacerles el juego, o McCain puede triunfar o Chávez pudiera entrar en crisis. Ante todos estos escenarios, los fidelianos saben que tienen la opción de iniciar las transformaciones, que según ellos quieren hacer creer, no se han materializado por "culpa de Fidel Castro". En cualquier caso, el régimen mantendrá contra los demócratas en la Isla y contra los del exilio, una permanente campaña de división y descrédito. Ante todo este panorama es importante que la oposición democrática: (a) aumente su protagonismo en todos los escenarios, (b) maneje sus diferencias inter-grupales con suma diplomacia, (c) tenga como objetivo un cambio político fundamental en Cuba y (d) alerte al pueblo de que las iniciativas económicas sin cambios políticos es la receta de la dictadura para mantenerse en el poder.

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