domingo, 26 de octubre de 2008

EL CUERPO EN CUBA Y LA MENTE EN WASHINGTON

MUCHOS EN CUBA CREEN QUE BAJO OBAMA, EL SUEÑO DE UN EXODO MASIVO TIENE MAS GARANTIA DE REALIZARSE



Por Jorge Olivera Castillo
Sindical Press
La Habana
Cubanet
Infosearch:
José F. Sánchez
Analista
Jefe de Buró
Cuba
La Nueva Cuba
Octubre 26, 2008

A Barack Obama le sobran adeptos en Cuba. Según ha dicho le aflojaría algunas clavijas al embargo y eso representa un haz de esperanza entre la densidad de las tinieblas, según las percepciones de no pocos compatriotas. O sea, algo muy significativo desde la perspectiva de los que tienen familiares en Estados Unidos, y también de quienes se adhieren a la idea de que una política menos contenciosa ayudaría a crear el ambiente necesario para sentar las bases de futuras negociaciones entre ambos países.

Una parte de los que desean el arribo a la Casa Blanca de Obama, apuesta a que el hipotético proceso del "deshielo" bilateral terminará en mayores posibilidades para que Cuba entre por el carril de la democracia y la prosperidad en cualquiera de sus configuraciones. En relación con esto último, mejor algo que nada.

Barack Obama ha prometido que eliminará las restricciones que los cubanoamericanos enfrentan para visitar a sus familiares en la isla impuestas durante el mandato de George W. Bush. Las disposiciones establecen la autorización de viajar una vez cada tres años, limitada a quienes tiene familiares directos en la isla.

Por otra parte, habría reformulaciones en relación al envío de remesas. En este caso se eliminaría la medida que sólo permite transferencias monetarias limitadas: 100 dólares mensuales.

Realmente, la implementación de tales leyes no debería ser el acicate para pensar en escenarios más o menos favorecedores de un clima de confianza para el advenimiento gradual e irreversible de una transición democrática. Eso sería darle a la objetividad una relevancia ilusoria.

No es que queden descartados del análisis la probable utilidad de estos presuntos replanteamientos del aspirante demócrata a la Casa Blanca. Lo perjudicial viene dado en apostar ciegamente a favor de teorías influenciables por el universo circunstancial y por hechos que no responden muchas veces a la lógica, al menos la más cercana al círculo de la racionalidad.

Observando la historia en retrospectiva, la curva de las crisis entre Cuba y Estados Unidos ha remontado los niveles más altos bajo gobiernos encabezados por los demócratas.

Con John F. Kennedy, en 1962, la crisis de los misiles que puso al mundo al borde de una tercera guerra mundial. En aquella ocasión la instalación en la isla de proyectiles nucleares se convirtió en uno de los problemas de mayor resonancia en la historia contemporánea. Fidel Castro daba fe de su megalomanía y la costumbre de reproducir atmósferas basadas en la confrontación y el chantaje.

Posteriormente, Jimmy Carter, quien estrenó una política de acercamiento y gestos de buena voluntad en aras de rebajar el tono de las tensiones con el propósito de recomponer las maltrechas relaciones, tuvo que padecer en 1980 un éxodo masivo de más de 125 000 cubanos. Para aumentar los daños y las dimensiones de la crisis, el régimen de La Habana priorizó la salida de locos procedentes de sanatorios mentales y criminales con profusos expedientes delictivos.

Más tarde, en 1994, le tocó el turno a Bill Clinton. Esta vez el Estrecho de Florida se volvió a llenar de cubanos. La cifra superó las 30 000 personas, desatando otra tragedia a partir de la estampida de esa enorme cantidad de personas. Clinton quiso transitar por la vía del diálogo discreto y el compromiso, pero sus intenciones terminaron en las redes del fracaso.

Frente a estos acontecimientos es prematuro cantar victoria. El fundamento del poder en Cuba y los hilos de su ideología tienen su raíz en el periódico reciclamiento de las tensiones.

Particularmente estimo que por encima de la intencionalidad se impone el realismo. Un error ahora adquiere la misma topografía de un abismo y no son tiempos para estar haciendo malabares en los bordes del precipicio.

Dentro de Cuba, los candidatos a irse en desbandada se multiplican por día. Todos quieren que salga electo Barack Obama. Según ellos, la fuga tiene más garantías de concretarse con Obama que con McCain.

Es difícil que Raúl Castro baraje el fomento de este tipo de escenario como forma de alcanzar una legitimidad que navega en un mar de incertidumbres, pero el resquebrajamiento total de la sociedad puede precipitarse en contra de sus previsiones. De ahí al éxodo masivo no hay más que un paso. El gobierno debe estar preocupado.

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