René Gómez Manzano
LA HABANA, Cuba, octubre (www.cubanet.org) - Una vez más, el régimen castrista ha desatado una de las periódicas arremetidas que constituyen el sello distintivo de su política de represión criminal. Amparándose en la tremenda calamidad sufrida en Cuba por el paso de los recientes huracanes, los jerarcas del bolchevismo tropical han acometido la tarea de repartir la miseria; y como se ha hecho costumbre, una vez más le han reservado el papel principal a las armas del derecho penal, para lo cual se ha desatado en el país una represión feroz.
En su conjunto, el enfoque que le ha dado a la catástrofe esa dirigencia no deja de resultar curioso. Como primera providencia, adoptaron la decisión de rechazar olímpicamente las generosas ayudas ofrecidas por países extranjeros que, por uno u otro motivo no son de su agrado. El multimillonario socorro brindado por los Estados Unidos ha sido repudiado de modo expreso, mientras que sobre el prometido por la Unión Europea no ha habido respuesta.
Al referirse al primero, continúan hablando de la modesta cifra que se mencionó inicialmente, olvidando que en la última oferta esa cifra se ha multiplicado decenas de veces. También siguen aludiendo a supuestas condiciones para su prestación, las que ya no están vigentes. El diálogo con el gobierno cubano es con un sordo que no quiere oír, que ya se sabe que es el peor de todos.
En cuanto a la ayuda de otros países por los cuales los dirigentes castristas no sienten ojeriza, no se tienen noticias de que alguna haya sido entregada a los damnificados de manera gratuita. Tanto es así, que la perseguida prensa independiente cubana ha denunciado incidentes de airadas protestas populares motivadas por la venta de las donaciones, incluso en tiendas que comercializan sus mercancías en divisas.
En el plano interno, las autoridades han señalado, como primer blanco de sus dardos, a los compatriotas que buscan su sustento dentro del sistema de los agro mercados. Se han dictado las correspondientes órdenes que establecen límites a los precios minoristas de los productos. Los líderes del castrismo declaran como algo intrínsecamente malvado que el valor de las cosas crezca cuando las leyes del mercado apunten en esa dirección. Y lo más irónico es que preconicen esa política de restricción y altruismo cuando ellos fueron los primeros en aumentar los precios de los combustibles, y esto cuando se acercaba un ciclón y las cotizaciones del crudo bajaban notablemente en las bolsas del mundo. Es la probada política de “haz lo que yo digo, y no lo que yo hago”; la actitud del que pretende dar lecciones de moral mientras se pasea en paños menores.
En ese contexto, las normas elementales de la ciencia económica, enunciadas hace siglos y reconocidas hasta por los sesudos profesores de la antigua Unión Soviética, se convierten en una fruslería, en una pequeñez que no merece la atención de los actuales gobernantes cubanos. Ellas deben eclipsarse ante los intereses de la política coyuntural del régimen comunista. La ley de la oferta y la demanda no tiene por qué poseer virtualidad; la noción de que el precio del combustible tenga que reflejarse en el de las mercancías que se transporten no merece la menor atención. En definitiva, es mejor dedicarse a la siempre grata tarea de hacer caridad con los bolsillos ajenos.
viernes, 10 de octubre de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario