Jorge Olivera Castillo, Sindical Press
LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) - Tiró rápido, a la cabeza. Medio mundo observó el recorrido de los dos disparos y la fructífera maniobra de la víctima. No hubo sangre. Solo tensión y sorpresa ante el vuelo rectilíneo de dos zapatos que rozaron las canas de George W. Bush. La furia de Muntadher al-Zaydi era auténtica. No importó que las cámaras estuvieran a su espalda para imaginar la crispación en su rostro y el afán por dejar una marca en el rostro del presidente norteamericano.
En instantes, el periodista iraquí puso en un rincón de su cerebro su talante reporteril y sacó a la palestra un odio furibundo. Quería darle perspectiva universal al rechazo que sentía y siente hacia el mandatario estadounidense, a punto de cumplir su labor presidencial. No lo pensó dos veces para levantarse de su silla como un resorte y cumplir con los dictados de su conciencia sin preocuparse por el desenlace.
Muntadher al-Zaydi quiso extender el radio de su libertad de expresión. Al parecer le resultaba estrecho el perfil de su labor en el canal de televisión privado Al-Boghdadiya, de la cadena árabe Albawaba. Aunque la acción no resultó del todo exitosa, pues los proyectiles no hicieron diana en el punto seleccionado, el frenético comunicador debe haberse conformado con que millones de televidentes alrededor del mundo se recrearan en una escena de indudable valor mediático. No es cualquiera el que se atreve a arrojar sus zapatos, a boca de jarro, a un presidente extranjero, y luego contar la historia.
La prensa oficial en Cuba pública y comenta sobre el hecho, desde la óptica de quién celebra la aventura. No pone reparos en que, a pesar de los motivos que lo arrastraron a tal manifestación, válidos o no, el blanco de su rabia era un jefe de estado. Además, el hecho de ser acreditado como periodista lo inhibía para ejercitar lo que definitivamente concretó ante la mirada atónita del anfitrión, el primer ministro de Iraq Nuri al-Maliki.
En una reciente entrevista para la BBC de Londres, uno de los hermanos del comunicador aseguró que su hermano tiene varias fracturas, además de fuertes golpes en el rostro y heridas en los brazos luego de su arresto y confinamiento. Según el código vigente en la nación, Muntadher podría ser condenado a siete años de cárcel, si finalmente las autoridades deciden procesarlo.
A pesar de su incierto futuro, el periodista árabe es un hombre afortunado. Miles de iraquíes han salido a las calles a pedir su liberación y es posible que la solidaridad se extienda a niveles críticos, incluso allende las fronteras del país, algo que favorecería a inclinar la balanza a favor de una condena de menor severidad.
En el reinado de Saddam Hussein, el desafuero se hubiese saldado con un ahorcamiento a escasas horas de ocurrido. A Munthader lo salva la democracia que se abre paso entre el terrorismo y otras manifestaciones fuera de la ley.
En Cuba, por ejemplo, un zapatazo a Hugo Chávez es muy probable que cueste la astronómica suma de 20 años o más tras las rejas. Eso es si el protagonista sobrevive a las soberanas palizas y al encierro preventivo en una de las celdas de Villa Maristas, el cuartel de la policía política. La salvación, es muy probable que sólo pueda experimentarse desde un sillón de ruedas en calidad de minusválido a causa de las “caricias” de los exterminadores o entrampado en las redes de la locura. Quién conozca el ambiente, sabe que no miento.
Al establecer una comparación entre Iraq y Cuba en relación con los sucesos, salta a la vista una diferencia y es que en la Isla, la cara de George W. Bush no figuraría entre las dianas posibles. Sin dudas, las intenciones de un proceder similar existen en la nación
cubana. El asunto se complica con el desliz de ponerle letras a esos deseos. Peor aún es mencionar a los candidatos a los disparos. La gente en Cuba usa a menudo esas escopetas. Por supuesto, en la imaginación.
oliverajorge75@yahoo.com
lunes, 22 de diciembre de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario