4 de marzo de 2008
Lucas Garve, Fundación por la Libertad de Expresión
LA HABANA, Cuba, marzo (www.cubanet.org) – La tarde del primero de marzo era fresca y soleada. La cita se concertó en una de las esquinas habaneras por excelencia, Galiano y Neptuno. En el portal de una tienda por departamentos, La Época, imagen de la red comercial que hizo famosa a la capital cubana por los 50, se reunieron un puñado de opositores decididos a dejar en mano de los transeúntes plegables conteniendo la Declaración Universal de Derechos Humanos.
A las 4 y 20 minutos, Marta Beatriz Roque Cabello, Félix Bonne Carcassés, Idania Yánez Contreras, Guillermo Fariñas, Jorge Luis García (Antúnez), su esposa Iris Pérez, Carlos Cordero y José Díaz Silva y su esposa Lourdes Esquivel Vyeto, repartieron a derecha e izquierda plegables de la Declaración de Derechos Humanos por toda la calle Neptuno, muy concurrida a esa hora.
Los acompañaba yo, como periodista, desde la acera opuesta, unos pasos adelante, con el fin de encontrar los mejores ángulos para las fotos que servirían como testimonio del evento.
Mientras repartían el documento fueron llamados muchas veces por transeúntes interesados en conocer el contenido de los plegables.
Cuando llegaron a la calle Escobar, vi a un hombre de espejuelos y bigotes que tomó a Guillermo Fariñas por el brazo y llamó a dos policías que se encontraban en la acera de enfrente, y que ya Marta Beatriz e Idania habían dejado atrás. Marta Beatriz repartía plegables a unos pasajeros de un bici taxi al conductor. Félix Bonne y Díaz Silva hacían lo mismo. Jorge Luis García (Antúnez) detenía los autos y entregaba los plegables a los conductores de un mini bus.
De pronto, la calle se convirtió en un hervidero de policías, carros con agentes de la Seguridad del Estado vestidos de civil. Hombres y mujeres se abalanzaron sobre los opositores pacíficos propinándoles empujones y golpes.
Pude captar con la cámara el momento en que Idania Jiménez Contreras lanzó a lo alto varios mazos de plegables que volaron como palomas, desparramados luego sobre el pavimento. Todo sucedió en un segundo. Violentamente introdujeron en un auto a Idania y a Coco Fariñas. Una multitud se abalanzó sobre ellos, otra parte de la horda atacante se dispersó para secuestrarlos, al tiempo que agentes de la Seguridad del Estado sujetaban a los opositores y los conducían por la fuerza a varios autos Lada estacionados en la calle.
A los gritos de “agarren al que tiene la cámara”, sentí que una mano se aferró con fuerza a mi brazo. De inmediato me empujaron hacia un auto blanco. Allí, tenían a Marta Beatriz Roque Cabello. Junto a ella, en el asiento trasero, le pregunté si le causaron daño. Me contestó que le dolía un brazo y el hombro por causa del apretón que le propinó un agente de la Seguridad. Poco después, el propio agente que era el conductor del auto, se disculpó. Un oficial que estaba dentro del carro dijo a Marta Beatriz que ellos nos habían salvado de ser golpeados por el pueblo. A lo que Marta ripostó tajante con una frase y una sonrisa: “Sí, ahora nos salvaron del pueblo enardecido”.
A los pocos minutos arrancaron los vehículos con estrépito, las aceras repletas de transeúntes y vecinos curiosos que presenciaron el atropello. Siguieron los autos hasta la calle Infanta, donde doblaron a la izquierda y se aparcaron justo pasando la calle Zanja. Allí me bajaron del auto en que iba, me cachearon, registraron el bolso donde guardaba mi cámara fotográfica y me esposaron antes de introducirme en otro auto donde conducían a José Díaz Silva. Nos llevaron a la estación de policía de Zanja y Escobar, donde se encontraban Fariñas, Antúnez e Iris Pérez, su esposa; también a Idania Yánez Contreras y la esposa de Díaz Silva, Lourdes Esquivel Vyeto.
En un instante, la estación de policía fue tomada por más de una decena de oficiales de la Seguridad del Estado que dispusieron de todo e hicieron valer su superioridad en el lugar. Trajeron soldados jóvenes para vigilarnos durante el tiempo que permanecimos en el lugar.
Al cabo de dos horas, cerca de las 6 de la tarde, me devolvieron el bolso, pero no la cámara fotográfica. Me dijeron que me la devolverían, pero más tarde. Díaz Silva me comunicó que a él le quitaron también su cámara. Media hora después me llevaron a un cuarto de interrogatorio por donde habían pasado ya Antúnez, la esposa, Díaz Silva, Carlos Conrado, Fariñas e Idania. Un cuarto de dos metros por dos y medio, paredes blancas, una mesa y dos taburetes. Me amenazaron con dejarme en un calabozo si pretendía quedarme hasta que soltaran a Fariñas e Idania. Ya habían dejado en libertad a Díaz Silva y a Carlos Conrado.
Era un entra y sale al cuarto de interrogatorio. Fariñas, serio y sereno, atravesó el salón. Idania reclamó a gritos que le devolvieran sus cosas y los acusó de ladrones. A Antúnez y a su esposa les dijeron que los mandarían de vuelta a Placetas, lugar de residencia del matrimonio, y se los llevaron, pero antes se despidieron con abrazos de quienes nos quedamos detenidos.
Minutos más tarde, un oficial me trajo mi carné de identidad y la cámara fotográfica, pero sin el rollo. Al poco rato, me la volvieron a quitar. Por último, me reintegraron la cámara. Me dijeron más tarde que revisara bien si todo estaba completo y si no faltaba nada. Me montaron en un auto blanco y me dejaron justo a la entrada de mi casa, advirtiéndome que lo podía pasar peor si repetía mi aventura del sábado 1ro de marzo.
martes, 4 de marzo de 2008
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