Tania Díaz Castro
LA HABANA, Cuba, marzo (www.cubanet.org) - La Editorial Lunáticas, fundada en Paris por la destacada escritora cubana Zoe Valdés, ha publicado el libro Declaro que estoy loca, de la poeta Mercedes García Ferrer, quien nació en Camajuaní, Villa Clara, la madrugada del 31 de diciembre de 1933 y murió 55 años después en La Habana.
Conocí a Mercedes hace casi setenta años, cuando mi madre me llevaba en el vientre y visitaba la casa de su amiga Panchita, la madre de Mercedes. Ambas me contaron cómo Mercedes, a los seis años de edad, tocaba el vientre de mi madre para sentirme saltar dentro. Fue así que comenzamos a ser amigas.
Pero lo fuimos mucho más en los años cincuenta, cuando nos leíamos nuestros versos en el portal de su casa, en nuestro pueblo natal. Un día le dije: te llevo para La Habana y Mercedes no sólo se dejó llevar, sino que se quedó a vivir para siempre en la capital.
Pasando de un lado al otro las cartas del Tarot una vez me dijo que mi vida iba a ser muy agitada. Fue cierto. Nunca se equivocó aquella muchacha linda, de mirada romántica, capaz de mover cielo y tierra por conquistar el amor de un hombre, en ocasiones una bruja buena que lo adivinaba todo, en otras, una niña ingenua y desvalida.
El don que más la hacía brillar entre sus amigos, por los años setenta alejados de la revolución como ella lo estuvo siempre: Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, Miguel Barnet, Carilda Oliver Labra y muchos otros, era su facilidad de palabra, y sobre todo, aquel corazón, para tocar a la puerta más íntima de quienes acudían a ella en busca de solidaridad y comprensión.
La casa de Mercedes, un apartamento moderno situado frente a la entrada principal del Hotel Capri, en las calles 21 y N del Vedado habanero, llegó a ser tan famosa por quienes allí se reunían, que los policías políticos de la dictadura castrista no le perdían pie ni pisada. Ellos además sabían que aquella atractiva y talentosa mujer, de semblante feliz, adornada de pulsas y collares, no era una comprometida con el socialismo cubano. Nunca lo fue.
La imponente y cautivadora personalidad de la poeta, su carácter franco y directo, siempre inspiró temor a aquellos policías que se disfrazaban de cualquier cosa sólo por entrar a su casa, sentarse una madrugada en su terraza y escucharla hablar.
¿Qué decía mi amiga del alma que pudiera dañar al régimen? Simplemente la verdad. Y la verdad es a lo que más temen las dictaduras. Mucho más a aquella inteligente y expresiva mujer quien exigía a su interlocutor, con una buena dosis de diplomacia, prepararse bien para discutir con ella.
Esta excelente poeta que fue mi hermana realizó en su vida una gran osadía. Como amaba la libertad por encima de todas las cosas, jamás aplaudió a Fidel Castro, algo que le costó no editar jamás su poesía. Por eso digo que Zoe Valdés le hizo justicia.
jueves, 27 de marzo de 2008
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