Diálogo y más diálogo. Si todos debemos ganar, lo mejor es propiciar ambientes internacionales que dejen sin argumentos al régimen.
Manuel Cuesta Morúa, La Habana
lunes 24 de marzo de 2008 6:00:00
La discusión sigue en pie. Qué será de Cuba, es la pregunta que muchos cubanos y observadores internacionales se hacen después de que la relación de poder en la Isla redefiniera su estructura republicana para adoptar una salida monárquico-partidista en la que las familias consanguíneas adquieren mayor relevancia frente al poder estrictamente revolucionario.
Las visitas de Tarcisio Bertone, segundo del Vaticano, y más recientemente de Louis Michel, Comisario Europeo para el desarrollo, siguen actualizando la polémica.
La cuestión sobre quién decide qué, no es algo que esté discurriendo a trámite en medio del Politburó, la Asamblea Nacional o el recién redivivo Secretariado del Comité Central del partido comunista de Cuba. Dichos organismos existen y parecen cobrar mayor importancia. La diferencia es que ahora transmiten decisiones de familias políticas creadas a través de la sangre. Esto es nuevo y confirma la transición política en el poder en un estilo sospechado. Cuando Fidel Castro garantiza su asesoría histórica sobre el nuevo presidente, su hermano Raúl, la comunidad internacional sigue mostrando, no obstante, su interés en propiciar un diálogo crítico y constructivo con el régimen.
A propósito de estas visitas, ¿qué debemos esperar de la comunidad internacional? Pienso que la mejor opción es la apuesta por el diálogo. La pretensión de intercambiar diálogo y confrontación en dependencia de la actitud del gobierno, me parece obsoleta.
La confrontación ha muerto después de casi 50 años. Yo diría que murió desde sus mismos inicios. Y la razón es bien sencilla. El estilo de la llamada revolución cubana es el del aislamiento y la confrontación en todos los niveles posibles. Es el estilo de las revoluciones que tienden a cerrarse sobre sí mismas como único modo de garantizar su reproducción y longevidad. A decir verdad, si se quiere lograr la revolución perpetua, la mejor fórmula es la de confrontarla. Las revoluciones no pueden vivir desde la apertura y la mesa de diálogo e intercambio.
Por otra parte, transición pacífica conlleva a la inclusión y no a la exclusión de los revolucionarios. Si todos debemos ganar, entonces lo mejor es propiciar los ambientes internacionales apropiados que no den argumentos ni opciones a quienes sólo han aprendido a vivir en la bronca, la consigna y la gritería como dispositivos excelentes para imponer su dominación.
En un sentido más profundo, la discusión actual en Cuba es entre la estructura colonial de gobierno revestida con el mejor discurso revolucionario, y la pluralidad social, cultural, y por tanto política, con la que se define Cuba como nación moderna. En tal dirección, la transición política traduce un combate cultural entre el espíritu de la vieja España que regreso en 1959 y la condición criolla de los cubanos. Para esa discusión, lo único viable es el diálogo. Desde dentro y desde fuera.
*Publicado por Noticias Consenso
lunes, 24 de marzo de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario